Olimpia y Manuel -
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Olimpia y Manuel

Para empezar a describiros nuestra increíble experiencia os diría como Joaquín Sabina en su canción, “Tardaremos en olvidarla, 19 días y 500 noches…”

Empezamos saliendo desde Madrid hacia New York, nueve horas de vuelo sí, pero la recompensa llegó cuando nos recogieron y nos llevaron a la ciudad. Impresionante, magnífica e inigualable son los adjetivos con los que categorizamos Manhattan. La ruta del alto y bajo Manhattan; el bajo Manhattan cogiendo el Ferry y llevándonos a Long Island para contarnos un poco la historia y poder divisar la estatua de la Libertad más de cerca; el autobús de las luces y por último; la excursión de los contrastes son unos imprescindibles si tienes pocos días en esta maravillosa ciudad, además de comer perritos callejeros y todos los tipos de hamburguesas que puedas de los distintos sitios de comida (entre ellos destacar Black Iron Burger, la peña bética de NewYork).
Después de cinco días volvimos al aeropuerto, esta vez para darle un contraste más a nuestro viaje, trece increíbles días nos esperaban en Costa Rica. País que nos sorprendió en todas las paradas que hicimos sin excepción alguna.

San José, ciudad que no duerme, haciendo noche en el Hotel Presidente, sorprendente hotel en un entorno inesperado. De ahí nos recogieron para ir a Tortuguero (zona del caribe), parada realmente obligatoria si vas a Costa Rica. Se trata de un pueblo que se tiene que acceder por el agua (mediante barco, lancha) y posee una serie de hoteles en los alrededores, concretamente el nuestro “Pachira Lodge”.

Destacar los guías, de diez, sobretodo Luis Miguel, una persona totalmente involucrada en enseñarnos la multitud de animales/insectos que hacen vida en el entorno del hotel, al igual que su flora y los alrededores de éste. Allí pudimos ver los delfines, muchos tipos de aves a cual más pintoresca, tucanes, monos, iguanas e incluso algún que otro caimán en nuestra salida en lancha por el Parque Nacional de Tortuguero. Además nos enseñó el pueblo, contándonos tanto su forma de vida como enseñándonos las tortugas marinas rezagadas en la arena las cuales se podía intuir cómo iban a ser devoradas en cuestión de horas por las aves que sobrevolaban la zona.

De ahí y después de tres días increíbles nos adentramos en la zona interior de Costa Rica, La Fortuna o como lo conocemos los turistas: el Volcán del Arenal. Imprescindibles en la zona; la Catarata de la Fortuna, en la que uno se puede bañar eso sí, con un buen calzado y con precaución después de bajar unos 500 escalones y pasar por medio de una increíble vegetación; unas buenas vistas del Volcán, que está considerado como activo aunque no despierta desde hace unos años; y las aguas termales. Nosotros tuvimos suerte que en nuestro hotel (Hotel Arenal Paraíso Spa & Resort) contábamos con aguas termales, por lo que la estancia fue aún más agradable si cabe. Algo curioso es la presencia de las iguanas en todo el entorno del hotel.

Tercer destino costarriquense: Monteverde o Santa Elena como realmente se llama el pueblo. Llegamos eso sí, después de un camino de unas cuatro horas empedrado y lloviendo, pero es la única forma de acceder al pueblo.

Aquí lo más destacado son las actividades que se pueden realizar, mucha vegetación y un clima más inestable que en el resto de lugares, pero muy recomendable para estar en contacto con la vegetación. Actividades como los puentes colgantes (totalmente recomendable), tirolinas (si eres atrevido, este es el lugar para hacerlas y poder divisar toda la naturaleza que rodea la zona), excursiones para adentrarse en los mariposarios, ver la cantidad de colibrís y reptiles que presenta el entorno, y realizar excursiones para ver la elaboración del café, chocolate y caña de azúcar (son famosas dos empresas familiares que explican todo el proceso e incluso llegas a realizar las técnicas que emplean con pequeñas degustaciones, una especializada en el café que es realmente lo que se elabora en Monteverde, como lo es “El Trapiche” y otra especializada en el chocolate como es “Don Juan”).

Por último nuestro viaje terminaba en Guanacaste concretamente en Tamarindo, playa muy concurrida para la gente que le gusta el surf. Aquí de nuevo, la fauna es sorprendente, tucanes, iguanas de todo tipo y colores haciendo su paseo por el alrededor de la piscina una vez llegado el mediodía y mapaches que hacían su aparición al caer la noche en busca de comida.

Sin duda un viaje en el que buscábamos un contraste de lugares y ¡vaya si lo hay! Una impresionante ciudad llena de rascacielos llena de multitud de culturas y gente, con la naturaleza ofrecida en Costa Rica, la cual es única y muchas veces indescriptible, así como la ejemplar amabilidad de la gente del país.

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